Este jueves, nuestra anfitriona y amiga Mª Jose , del blog "Lugar de encuentro ," nos invita a escribir sobre la muerte. Este es mi aporte.
Sales del ascensor y te acercas a la puerta, las piernas te tiemblan recordando la última vez que estuviste en esta casa y lo que sucedió aquel día. Tres vueltas a la llave y un olor a silencio que invade todo tu cuerpo. En esta tarde del mes de Noviembre, buscas una certeza que la devuelva a la vida tan solo unos instantes. Buscas en los armarios, entre los vestidos y los trajes sin cuerpo que ya no son de nadie, algo que calme ese dolor lacerante que sientes cada segundo desde que ella se fue. En realidad, no sabes lo que buscas...ni te atreves a pensarlo, mucho menos a decirlo. Los años de tú infancia desaparecieron, se rompieron en pedazos y volaron con el tiempo, como aquellas pequeñas bolas de alcanfort que ella guardaba en los bolsillos de la ropa. Son días sin rastro, oscuros amaneceres, noches sin dirección, resguardos de otras tardes que no quieres recordar porque te laceran el Alma. Abres las puertas de las habitaciones y, solo encuentras trastos viejos, plantas secas en las ventanas, sabanas ajadas por el dolor de los recuerdos, tristes perchas vacías, desangeladas. Dolorosas huellas de tú infancia que intentas borrar pensando en tonterías. Y recuerdas qué...todo estaba escrito, después de tanto tiempo, todo tasado y valorado, después de tanto dolor, llegó la muerte y la pena lo invadió todo. La casa quedó cerrada a cal y canto, cada parte, partida lógicamente, el dinero contante y sonante en sus cuentas trabajando en silencio. Una casa dormida qué nadie quiere habitar. Tú infancia hace aguas, te invade el miedo solo con pensarlo. Todo te sobra, ni una palabra tuya qué alguien quiera escuchar, ni una frase que quieras compartir con nadie. Ni una mañana para siempre, ni una tarde intacta de lágrimas. Sin nombre propio, sin una letra bordada para ti, te sientes fuera de lugar, ausente, en ese sitio donde las plantas yacen secas. Nada tuyo en ese reparto, quitando unas viejas fotografías y algunas letras escritas en trozos de papel raídos por el tiempo donde dejaste el alma plasmada siendo niña y ahora duermen en cualquier parte olvidada de la casa, tal vez descansan ya en cualquier bolsa de basura. ¡ Cuantas veces, en estos últimos meses has querido volver al útero materno. !Cuantas veces has llorado buscando el abrigo protector de su cuerpo, que ahora te es negado ! Pero llegó Noviembre, ese mes que te congela el alma desde que no encuentras el abrigo de los brazos de tu madre. Solo en sueños te reconcilias con el pasado y con la vida. Porque la muerte llegó cuando menos lo esperabas y, nadie te había enseñado a bailar con ella. Porque el dolor atenaza tú pecho cuando sientes miedo de olvidarla, de que su cara se borre con la niebla de los años de tu retina. En tus manos sujetas una fotografía con los bordes raídos y amarillas las esquinas, su imagen te está sonriendo y vuelves a sentirte niña mientras a tú rostro tímidamente asoma una sonrisa. Vas hacia la puerta y la cierras tras de ti, bajas las escaleras corriendo hacia la calle. ¡ Te vas ! Te alejas de allí con la sensación de haber profanado una tumba.