Itaka no existe !

 






Tres vueltas a la llave y un olor a silencio, la luz, subitamente extrangulada en el lecho sin fondo. Respiro profundamente para cojer fuerzas, y la humedad de dos otoños... me invade! 
Una oscura gangrena de embriagada penumbra, muestra ante mí las perchas con su ropa. Esa vela gastada la última noche de tormenta  trae a mi cabeza mis recuerdos de niña.
Las puertas columpian el llanto de sus goznes, lloran, porque hace ya mucho tiempo que no vienen palomas al borde del tejado.
Asciendo lentamente la escalera de la cocina, llena de sueños freudianos, subo a los altares mínimos, de mi propia insuficiencia.
¡Cuanto ayer emponzoñado! ¡Cuanta breve mortaja !
¡ Cuanto leve recuerdo que duele en las entrañas !

Sobre la cal de la pared escribo un verso:
 He regresado, y nada me esperaba
quizá me faltó Ulises y sus cantos de sirenas,
siento una herida plagada de cristales
que crece en mi garganta.
Y esa ansiedad perra, 
qué segrega un torrente de lágrimas
corriendo por mi cara.
Ese dolor, de no reconocerme en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde, se vuelve ya sin tiempo.
Desde el suelo...una muñeca muerta me contempla
una muñeca, serenamente muerta!

La guardo en el cajón de los viejos secretos
y voy hacia la puerta disimulando las prisas,
¡ me alejo ! Con la desagradable sensación
de haber profanado una tumba.
  


En un bolsillo de mi pequeña alma te llevo guardada, donde siempre has estado, para siempre A.. !